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May 03

Ciudad Oculta. Fotografías de Nahuel Alfonso 

Una mirada alternativa sobre las villas y sus habitantes

Nahuel Alfonso vivió parte de su infancia en Ciudad Oculta, donde conoció la fotografía. En 2010, cuando los noticieros reproducían una mirada sesgada y estigmatizante de las familias que ocupaban el Parque Indoamericano, decidió mirar a través de su cámara para dar inicio a un ensayo fotográfico que busca acercar y retratar, desde otra perspectiva, la identidad y la dignidad de la villa y sus habitantes.  

En Ciudad Oculta, Alfonso retrata a su abuela, a su padre en distintas etapas, a sus primos y amigos, y también aporta una mirada profunda y poética del entorno: los pasillos, los interiores de las casas, el cielo, la noche, los techos. Nahuel muestra la realidad desde adentro, una realidad distinta a la que cuentan los medios de comunicación.

Una primera versión de este trabajo se presentó en agosto de 2017 en el Centro Cultural Haroldo Conti. Ahora, en el marco del Proyecto Ballena – Democracia e imaginación política en América Latina, se expone en el Centro Cultural Borges la versión completa de Ciudad Oculta de Nahuel Alfonso. 

Sobre la muestra

Nahuel Alfonso nació en Moreno, zona oeste del conurbano bonaerense, en 1987. Durante varios períodos de su infancia vivió en Ciudad Oculta, el barrio de su familia paterna. Fue allí donde tuvo su primer acercamiento a la fotografía, a partir de los talleres que dictaba una organización que luego se convertiría en la Fundación Ph15. Nahuel tomó sus primeros rollos blanco y negro en los pasillos de la villa.

A principios de diciembre de 2010, varias familias sin trabajo ni hogar de Villa 20 y otras áreas de la zona ocuparon el Parque Indoamericano, un predio estatal en Villa Soldati cerca de Ciudad Oculta. Los medios de comunicación cubrieron el desalojo y la represión estigmatizando a los habitantes de la villa, sin dar cuenta de la problemática real del acceso a la vivienda y a condiciones de vida dignas.

“En un momento sentí que ya había demasiadas imágenes con la misma intención narrativa. Había visto y sigo viendo mucha fotografía del periodismo que por una cuestión de inmediatez no logra profundizar o empatizar con la vida real que transcurre en las villas y mucho menos con la belleza poética que se puede apreciar sin una mirada de juicio y con un poco de calma”, afirma el autor.

Nahuel había vuelto a vivir a Ciudad Oculta con su familia, donde continuaban las ocupaciones. Allí se desplazaron los medios de comunicación cuando finalizó el desalojo del Parque Indoamericano, que dejó un saldo de cuatro muertos y más de treinta heridos. Nahuel se propuso capturar ese momento. Quería ofrecer una mirada alternativa y con esta idea comenzó a fotografiar a su familia y a sus cercanos en la previa de la Navidad de 2010.

Las imágenes de esos años conformaron la muestra que presentó Nahuel Alfonso en la fotogalería del Centro Cultural de la Memoria Haroldo Conti. Y que ahora vuelve al Centro Cultural Borges. 

De Moreno a Ciudad Oculta

Nací en Cruce Castelar, Moreno. Vivía con mi mamá, mis hermanas y mi abuela. A veces mi papá me iba a buscar. En uno de esos paseos mi viejo me enseñó a dibujar, yo tenía 9 años. Recuerdo que nos sentamos y me mostró cómo crear un rostro a la perfección, cosa que para él era fácil pero yo nunca pude hacerlo a menos que tuviera una persona que se prestara a que reproduzcan su cara en el papel. Un día me di cuenta de que me aburría tener mano para copiar y no para crear y lo dejé. A los 11 años empecé a hacer jueguitos con una pelota de tenis. Rompí varios vasos y platos de vidrio antes de que el hábito estuviese prohibido dentro de la casa. Como solía quedarme solo, jugaba por abajo y esquivaba una docena de patas de sillas en el comedor. En la pieza de mi mamá había una biblioteca de tres puertas que usaba como arco y como método para mejorar la puntería. Recorría la casa con velocidad y con pelota dominada cada día, por eso al crecer fui buena opción en los equipos de fútbol, sabía gambetear. En esos años, casi rompo el vidrio de una de las puertas de la biblioteca. En ese incidente, recogí del piso un libro de rimas y leyendas de Bécquer que entonces adoptaría como una especie de biblia sagrada. La pasión que sentí fue tan fuerte que comencé rápidamente a crear mis primeras poesías. Escribía sobre el amor que sentía por Yesica, la nieta de Don Pérez y doña Celia, que además fue mi compañera entre primer y tercer grado de la primaria. Toda mi poesía giraba en torno al infortunio de no tener agallas para hablar con Yesica. Escribía siempre con una rima y una métrica precisa, igual que mi maestro Gustavo Adolfo, lo copiaba. En esos años me dedicaba a buscar cualquier cosa dentro y fuera de la casa, no importaba nada más que ese hambre y la búsqueda de algo con que crear cualquier cosa. Con Bécquer siempre tuve simpatía pero no soportaba querer escribir como él, que era lo único que hacía. Entonces abandoné dramática y fracasadamente la poesía escrita. Dejé de buscar la herramienta y me concentré en experimentar la calle con mis amigos y así se fueron los mejores y peores años de mi pubertad. Todo se había vuelto oscuro y mi vida se había convertido en un secreto. Me fui a vivir con David.

Después de un año de exilio en San Miguel y de perder un año de escuela fui a vivir con mi abuela y mis primos en Ciudad Oculta, casi en una estadía de recuperación de la vida anterior. Juanjo, uno de mis primos y yo repetimos el año escolar y por esas cosas que pasan, nos quedamos sin escuela. Las clases habían empezado hacía casi un mes y nosotros con ganas de estudiar, no sé por qué, para remontar de la caída, quizás. Fuimos a Conviven, un centro cultural comunitario a una cuadra de Ciudad Oculta. Allí nos anotamos en el programa Vuelta a la Escuela que se encargaba justamente de chicos en nuestra situación. Siempre recuerdo a Valmir, el Brasilero, y al asistente social que llevaba y lleva adelante el centro, con mucha gratitud. Logramos entrar a la escuela y tuvimos un lugar que nos contuvo. Ese año, yo con 15 recién cumplidos, Valmir nos dijo que se iba a abrir un taller de fotografía y que estábamos invitados a participar. Fuimos  Juanjo, Nancy, Negri (los tres hermanos) y yo. Nos dieron una cámara y un rollo a cada uno y nos dijeron que hagamos lo que quisiéramos pero que cuidemos las fotos. Yo terminé el rollo ese mismo día cuando fuimos al parque a fotografiar. Ese fue mi primer contacto consciente con la fotografía, aunque solo duré un mes. Las clases eran los sábados a la mañana y yo quería salir con mis nuevos compañeros del colegio comercial en Lugano 1 y 2.

Desconozco el motivo real por el cual lo dejé, pero esa fue la excusa. Mis primos siguieron por varios años en ese taller, que con el tiempo se convirtió en la Fundación Ph15 y a la cual asistirían muchos familiares. Además de mis tres primos del comienzo, también pasaron por allí tíos, sobrinos y amigos, todos muy buenos fotógrafos. Terminé la secundaria y fui a vivir a San Miguel -como dice la familia- aunque en realidad es el municipio de Malvinas Argentinas. Eugenio, uno de mis tíos que tomó los talleres de la Fundación y que para entonces estaba capacitándose constantemente para dar talleres en Ph15, me dijo que iban a abrir un taller en Beccar y le pregunté si podía retomar las clases. Eugenio lo comentó y rápidamente me dieron el ok. Volví a la fotografía. Aprendí mucho con Eugenio, es una de las personalidades más creativas que conocí. Estuve unos meses y aunque Beccar estuvo muy bien, pedí el pase a Ciudad Oculta, con mis primos. Ahí no paré de hacer fotos y de reflexionar sobre la imagen.

Habrá sido por el rollo número doce cuando tomé una foto que me hizo entender todo. Era un día de tormenta y los pasillos de la villa se inundaban. Las madres, poco más preocupadas que nosotros, corrían bajo la lluvia para comprar algo en el almacén de Don Chávez. Yo estaba parado en el patio del primer piso de La Casa de la Abuela, que a la vez funcionaba como balcón y daba a un pasillo inundado que se extendía hasta desaparecer. Parado ahí, casi inmóvil, miraba el agua y comparaba esa imagen con las tormentas que recordaba de niño en Moreno, cuando nos aventurábamos con los pibes del barrio a bañarnos en los grandes agujeros de la calle de tierra de la esquina de casa.

Estaba equipado con una cámara casi de juguete y película vencida. Mientras recordaba, disfrutaba esa fuerte lluvia que parecía interminable y tomaba algunas fotos. Fue entonces cuando vi a Brandon, el hijo de la Pichi con un amigo suyo, caminaban descalzos en un pasillo estilo Venecia. Iban solos, sin padres ni tutores. Brandon llevaba puesta una camiseta de fútbol con el número siete en la espalda que me hacía pensar repetidamente que todo se reduce a la suerte que uno tiene al nacer. Tomé la foto. Llegó el sábado y entregué el rollo a mis talleristas y al siguiente sábado trajeron el contacto y algunas copias de fotos que consideraban útiles de copiar. Entre ellas estaba la imagen en la que estuve pensando por dos semanas. Cuando la vi pensé que se transmitía exactamente eso que estuve reflexionado tanto.

De pronto, esa capacidad que tenía para la reproducción y que siempre fue causa de deserción artística, sirvió para transmitir una sensación personal y en el mejor de los casos transformarse en emoción.

La fotografía es la herramienta que siempre anduve buscando.

Nahuel Alfonso

Sobre Ciudad Oculta 

Ciudad Oculta es el nombre con que es conocida la Villa 15, asentamiento de emergencia localizada en el barrio de Villa Lugano, al sur de la Ciudad de Buenos Aires. Habría comenzado hacia el año 1937 como un barrio de obreros del cercano Mercado de Hacienda de Mataderos, de las empresas ferroviarias y del Frigorífico Lisandro de la Torre. Luego creció paulatinamente a través de las siguientes décadas.

Respecto al nombre, hay al menos dos versiones sobre su origen: una versión afirma que se habría comenzado a llamar “Ciudad Oculta” a partir del Mundial de Fútbol de 1978, que tuvo lugar en la Argentina de la dictadura cívico-militar. La intendencia del brigadier Osvaldo Cacciatore había construido entonces un muro para esconder la villa de emergencia de los ojos de los turistas extranjeros.

Otra versión cuenta un origen anterior. Se dice que las primeras casas de la villa se construyeron detrás de los muros de una fábrica de cuero que había quebrado y estaba abandonada, y daba sobre la antigua Avenida del Trabajo. Entonces, desde Avenida del Trabajo no podía observarse en forma directa el asentamiento. En palabras de un vecino: “Cuando pasaba por Avenida del Trabajo no veía nada, pero si entrabas, estaba todo el barrio. Es por eso que era como una ciudad oculta, y de ahí, el nombre”. Donde empezaba “la villa” estaba la vía del tren, allí terminaban las edificaciones típicas de un barrio de casas bajas de clase media.


Ciudad Oculta. Fotografías de Nahuel Alfonso

Del 18 de mayo al 25 de junio de 2023
De miércoles a domingo de 14 a 20 h
Fotogalería, primer piso
La entrada es gratuita y no requiere reserva previa

Panorámicas. Recorrido guiado por Ciudad Oculta de Nahuel Alfonso
Te invitamos a un recorrido por la exhibición Ciudad oculta de Nahuel Alfonso, guiado por su autor, donde conoceremos más en profundidad las historias que emergen en este recorrido sobre las villas y sus habitantes. Viernes 23 de junio a las 18 h en el tercer piso

Una exhibición del Centro Cultural de la Memoria Haroldo Conti junto a las Secretaría de Derechos Humanos y Ministerio de Justicia y Derechos Humanos.

 

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