Tengo un algo adentro
que se llama El Coso
Es peligroso
meterse a pensar en El Coso
F.M.P.R., 1970
Vamosviendo cine en colaboración con Lumen Cine, Familia Roth, Fondo Nacional de las Artes y Fundación Espigas, con el apoyo de I.N.C.A.A., presenta EL COSO, un documental de Néstor Frenkel que recupera la figura de Federico Manuel Peralta Ramos. No alcanzan los testimonios de quienes lo conocieron ni el registro de su imagen y su voz para dar cuenta de quién fue este artista único, absolutamente comprometido en la creación de una obra efímera y a la vez eterna.
Federico Manuel Peralta Ramos nació en una familia tradicional, acuariano, rubio y de ojos celestes un 29 de enero de 1939, pero algunos años después la inquietud por el entorno del arte, la vida nocturna y la gestación de las vanguardias pudo más, y lo empujó a recorrer los círculos de los jóvenes provocadores de los sesenta, esa década iconoclasta y desprejuiciada.
Ya convertido en una anómala criatura del patriciado porteño, Federico fue uno de los más conspicuos ejecutores de la desmaterialización del arte. Fue quizás el nervio central de la implosión neo vanguardista del arte argentino, y sobre su cuerpo convergieron con naturalidad muchas de las líneas centrales que venían sedimentándose desde la Europa de principios de siglo. La Manzana Loca, por supuesto, fue su ecosistema, su enorme palacio en llamas: el Florida Garden, Plaza San Martín, Corrientes, Maipú. El centro del mundo.
Entendió, como pocos, que sólo hay mundo en el lenguaje. Y que del choque de las significaciones surgen las galaxias poéticas, esas iluminaciones que nos permiten soportar el absurdo de haber nacido. Con sus juegos de palabras, que lo revelan tan contemporáneo, iba y venía de la filosofía al arte. “Pinté sin saber pintar, escribí sin saber escribir, canté sin saber cantar. La torpeza repetida se transformó en mi estilo”. Con los materiales perecederos de la realidad inmediata logró hacer algo que se instala en el tiempo de la trascendencia, en el presente de la eternidad.
Resulta un desclasado paradójico que se yergue como paradigma de su clase sin tornarse bizarro. Artista, sin ninguna duda, exploró tantos géneros (pintura, escultura, poesía, teatro, show, comedia, filosofía y muchos otros fuera de manual) que se convirtió en una leyenda cuya luz ilumina hasta el futuro. Precursor indiscutido del arte performático, las vulgares clasificaciones de surrealista, transgresor, conceptualista, marginal, etc., equivalen a los intentos de la psicología de encasillarlo en un diagnóstico, indicarle una medicación y un tratamiento, mientras que él deambulaba más o menos conforme con la caracterización de psicodiferente, con la que lo había contenido su psicoanalista en 1965.
Podríamos describirlo como alguien que hizo de sí mismo una celebración ambulante del arte entendido como mecanismo de ruptura, como fuerza contraria al sentido común. Un artista de lo efímero, un filósofo espontáneo, poeta de versos tan fugaces como potentes. Un performer que hizo humor con amor, un dandy sin un peso en el bolsillo. Una oveja negra que sin ser del todo aceptado por su propia clase tampoco renegó de ella. Un marginal vestido de pituco, pero también un chiflado capaz de ver los hilos invisibles de la realidad. Un ser único muy difícil de explicar ayer, hoy y siempre. su vida, como la de nadie, fue una obra con mayúsculas, labrada con la audacia del vanguardista y la paciencia del que sabe que la posteridad será suya.
De miércoles a domingo de 14 a 20 h
Sala Artefacta
Comments are closed.