¿Cuántas memorias habitan un edificio? Tantas como los proyectos que alojó. El Edificio del Pacífico fue creado para albergar un mercado, una sucursal argentina del Au Bon Marché. Más que eso, fue un núcleo de la vida cultural argentina.
Las artes visuales tuvieron aquí su casa: fue la primera sede del Museo Nacional de Bellas Artes, bajo la dirección de Eduardo Schiaffino, y en su noche inaugural leyó el poeta Rubén Darío; aquí montaron sus estudios Angel Della Valle y Eduardo Sívori; el Taller de Arte Mural —varias décadas después— intervino la cúpula y las lunetas del edificio, con obras de Antonio Berni, Lino Spilimbergo, Juan Carlos Castagnino, Demetrio Urruchúa y Manuel Colmeiro. Algunas de esas obras aún están a la vista de los asistentes a las galerías.
En este edificio funcionaron El Ateneo y La Colmena Artística, agrupamientos de intelectuales y artistas, y su cercanía a la Facultad de Filosofía y Letras, lo convirtió en sitio de una profusa actividad cultural. A la vez, fue sede de las oficinas del Ferrocarril de Buenos Aires al Pacífico, durante buena parte del siglo XX.
Cuando ese siglo terminaba se discutió públicamente su destino. Un grupo de artistas e intelectuales proponía crear un centro cultural, el Imaginario de América Latina, pero la opción fue por el mercado. Los antiguos usos volverían a dar forma al lugar.
Una parte del edificio sería convertido en el Centro Cultural Borges, que en 2021 pasa a integrar el Ministerio de Cultura de la Nación.
Este centro se propone ser laboratorio y acervo, imaginario y biblioteca, exposición, escenario y apuesta, para que las viejas memorias de la ciudad que lo habitan y tensionan, las antiguas y las más nuevas artes, sean inspiración y materia de las poéticas del porvenir.
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